10 diciembre, 2006

Inspiración

Finalmente entiendo como me funciona éste asunto de la neurona inspirativa.

Mi estúpida obsesión por sentarme y terminar lo que comienzo en la misma sentada, me lleva siempre a querer levantarme de la mesa con una canción nueva y genial. No lo he logrado más de un par de ocasiones. Finalmente, las canciones funcionan, pero por un gran principio y, frecuentemente una línea melódica armónica y bien construida más a base de lógica y método que de impulsos creativos.

Hoy, me senté, abrí un bloc de notas en Windows, tomé la guitarra e improvisé con la única imágen que tenía en la cabeza. Salieron cuatro líneas con todo y su melodía. Buenas líneas, me gustan.

Intenté seguir y no me salieron más que cacofonías y lugares comunes horrendos. Como siempre.

No entiendo porqué, pero hasta ahora entiendo que lo que debo hacer es aprovechar esas cuatro líneas. Aprovechar el efímero impulso creativo que llega y me da para cuatro, seis u ocho líneas y dejar que la imagen avance en su propio tiempo. Cuando lo haga, será tiempo de volver a sentarme con la guitarra en las piernas y el bloc de notas abierto con el cursor parpadeante.

Me emociona pensarlo así. Creo que es probable que la siguiente ocasión que me siente, la imagen en mi cabeza no sea la misma. No he de precuparme, todas volveran en su momento y a su propio capricho. Que así sea. Siempre y cuando vuelvan. Si no lo hacen, supongo que no valía la pena dedicarles el gasto.

Hasta nuevo aviso.

25 octubre, 2006

Entregas I.II

- ¡Pinche lluvia! Me carga... a hüevo me tiene que tocar a mí cuando ésta madre se descompone. -- Así reclamaba Toño a la suerte. Llevaba apenas dos horas dando vueltas en el taxi y con las primeras gotas de lluvia, el golf pintado de blanco y rojo decidía detenerse casi por capricho.

Toño tenía apenas un par de meses de haber perdido su trabajo en una compañía de producción televisiva y no había encontrado otra opción que aceptar el ofrecimiento de su hermano de manejar uno de los taxis de los que era dueño por las noches y así ganar por lo menos lo suficiente para pagar sus cuentas mientras encontraba un mejor trabajo.

- ¡Pinche lluvia! - repetía Toño mientras golpeaba el volante del carro. Finalmente, ante la evidencia de que sentado dentro de él no lograría arreglar nada, levantó el seguro de la portezuela y la abrió despacio buscando cuidadosamente el mejor lugar para pisar el pavimento y evitar mojarse.

Bajó del auto y se dirigió al cofre para intentar encontrar la falla. En su mente sabía que al abrir el capó del auto no tendría idea de lo que vería debajo, pero supuso que moviendo un cable aquí y otro allá algo pasaría y, finalmente, prefería aparentar saber a quedarse sentado perdiendo el tiempo hasta que alguien llegara a ayudarlo.

Como lo había imaginado, no entendía nada. Una especie de caja negra al centro, cables aquí y allá y lo que reconoció como el acumulador no le decían absolutamente nada. En el fondo, tenía el iluso deseo de levantar el cofre y encontrar un letrerito luminoso con una flecha diciendo "aquí está el problema, baboso". No hubo letrerito, así que se quedó observando esa maravilla de la tecnología con una mano arriba y la otra moviendo cables tímidamente esperando una chispa o algo que le diera la esperanza de subir al auto, dar vuelta a la llave y escuchar el motor encendiendo.

"Le voy a hablar a éste cabrón para que sepa que sus choferes nomás se chingan sus carros.... no, de seguro me va a echar la culpa a mí... mejor le hablo a algún mecánico y ni pedo, hoy no ganaré ni madre...."

Su concentración fué de pronto interrumpida por el sonido de su teléfono celular. Metió la manos al bolsillo del pantalón y alcanzó el móvil. Era su hermano que, como invocado, le llamaba desde su propio celular.

- ¡Brother! ¡Qué bueno que hablas!, ¡Estaba a punto de marcarte!
- ¿Donde estás?
- ¡Tirado aquí en la calle güey! ¡Tus pinches choferes son una mierda Juan Luis, no mames! Pinche carro éste nomás se mojó tantito y me dejó tirado. No puede ser brother...
- ¿¡Dónde estás güey!? ¡Contéstame! -replicó Juan Luis evidentemente molesto.
- Güey, tampoco te enojes ca'... no es mi culpa... déjame ver que calle es ésta... pérame... -Toño buscaba la nomenclatura de la avenida por la circulaba y no la alcanzaba a ver, así que comenzó a dar pasos hacia la esquina para aclarar su vista. Pensaba que su hermano llendo a ayuddarlo no sería la mejor idea. Por como se escuchaba en el teléfono, estaba de muy mal humor. Pero de lo normal. -Oye brother, pero no te preocupes, no es necesario que vengas. Yo ahorita le llamo a un mecánico y...
- ¡Me vale madres el carro pendejo! ¡Necesito ir por tí!

Toño ya no estaba para soportar los gritos de su hermano otra vez

- ¡Oye cabrón! ¡Bájale a tu pedo maestro! Como sea, ¡yo me las arreglo y te llevo tu pinche coche cabrón.

Colgó el teléfono y regresó al taxi. Cerró el cofre de un golpe, abrió la puerta y se subió a intentar encender el carro frenéticamente sin éxito.

Sonó de nuevo su celular. Era Juan Luis otra vez.

- ¿¡Qué quieres cabrón¡? Ya te dije que ahorita me las arreglo.
- Toño. Escúchame. El carro vale madres. Hace un rato llegué a mi departamente. Tenía un mensaje en la contestadora. ¿Recuerdas el nombre de Aurora?

Toño por poco deja caer el teléfono de su mano. Palideció. Sintió como su corazón perdió ritmo y se aceleró súbitamente.

- Toño... Toño... ¿Me escuchas? Aurora llamó Toño. No es un cuento. En su mensaje, dió todos los detalles. Aurora existe Toño, es real... o por lo menos, suena real. Necesito verte, recuerda que ésto lo tenemos que hacer juntos.

Toño seguía sin articular palabra. Sabía que lo que escuchaba no podía ser bueno. De pronto lo invadió el terror a lo que venía. Nunca creyó que Aurora existiera y hoy, a pesar de la llamada de Juan Luis, albergaba la esperanza de que todo fuera una broma muy pesada. Una broma de alguien que tenía información que sólo conocían Juan Luis, Toño y su padre muerto.

- Dime dónde estás Toño que voy por tí,

En voz baja y como esperando que su hermano no lo escuchara, Toño contestó parado ya frente a la nomenclatura del cruce de las calles Alepecio y Cristales.

- Alepecio y Cristales aquí, en el Barrio del Carrizo.
- Creo que sé donde es eso hermanito, ya voy para allá. No te preocupes, que todo va a estar bien -Dijo Juan Luis intentando darle calma a su hermano menor aunque el sabía bien que no todo iba a estar bien. De hecho, muy poco iba a quedar bien.

Juan Luis finalmente vió la tímida luz de una señal de "Libre" en un auto que se acercaba. Levantó el dedo índice, el taxi paró junto a él, subió, saludó al taxista y le pidió lo llevara a su primer parada de la noche.

- Alepecio y Cristales en el Barrio del Carrizo, por favor.
- Claro señor, con gusto.

10 octubre, 2006

Entregas

Callado, serio y de rostro duro. Cualquiera puede pensar que pasa el día enojado y que hasta lo disfruta.

En realidad, es todo lo contrario. Está convencido de que las cosas sólo se pueden disfrutar cuando se les observa. El ruido de las palabras, para Juan Luis, es un estorbo y la forma más estúpida que tiene el ser humano para llevar a la catástrofe lo que cae en sus bocas.

Cansado, hace un par de semanas Juan Luis por fin pudo entrar a su departamento y respirar el aire de su espacio. Ese en el que la única voz que se escucha es la suya y en el que el único ruido es el de su teclado y le parece más bien agradable. Encuentra relajante el sonido de cada tecla siempre que tengan una secuencia rítmica. Así lo hace. Mientras escribe y echa a volar sus ideas, le gusta emular ritmos de canciones que le gustan o simplemente crear un patrón musical desde sus dedos.

Esa noche tuvo sus sobresaltos.

Su máquina contestadora ha estado inerte en la mesa de su sala desde hace casi más de un año. Había recibido hasta ese día 2 mensajes. Uno, para ofrecerle una inmensa línea de crédito y el segundo de se oficina el día que decidió no ir a trabajar sólo por el gusto de tomar un día para él, su silencio y sus ritmos mecánicos.

Al cerrar la puerta de su departamento, se acercó a tomar el teléfono para acercarlo a la computadora y vió la luz roja intermitente que le indicaba que no sólo tenía un mensaje, sino dos.

En cuanto terminó de escuchar ambos mensajes, su rostro duro de pronto se suavizó en la palidez de una noticia de esas que cambian la vida de cualquiera.

Se talló los ojos como esperando que todo fuera un sueño. Cuando se constató de que todo era bastante real, se puso de pié, tomo una maleta pequeña y empacó un par de cambios de ropa, su computadora portátil, una llave que parecía de un ropero viejo y que sacó de abajo de una torre de ropa doblada en un cajón; un documento que acompañaba a la llave, un cargador de teléfono celular y un par de zapatos.

En un pedazo de papel apuntó los números que recuperó del identificador de llamadas y en menos de diez minutos estaba de nuevo fuera del departamento.

No podía dejar de repasar palabra por palabra ambos mensajes. Sabía muy bien que su vida había tomado una vuelta que el no quería tomar.

Manifiesto

No deja de rondar en mi cabeza una frase de Vaclav Havel (gran presidente checoslovaco) que habla del miedo que da estar arriba (una altura sumamente relativa) y tener la sospecha siempre presente de no merecerlo.

Hoy, estoy realizando varios sueños al mismo tiempo y eso me aterra. Me quita el sueño pensar en que, efectivamente, no lo merezco. De pronto esa frase "demasiado bueno para ser cierto" cobra muchísimo sentido.

El miedo no me detiene a dar pasos hacia adelante y a tomar decisiones que hagan de mis sueños aún más intensos. Pero el miedo me recuerda que existe la latente y gran posibilidad de que esté sentado en una silla que no me corresponde. Es temporal y es prestada.

Que sirva mi miedo y éste registro para no olvidar que cuando deje ése espacio físico, mi mayor satisfacción será dejar un viento cálido en el espacio espiritual de cada uno de los seres humanos que me honran con su entrega todos los días.

03 octubre, 2006

Reencuentro

No sé a quien me voy a encontrar cuando te vea. Sé a quien dejé pero no se a quien encontraré. Tengo imágenes muy claras en mi cabeza de quien eres (o eras) pero no hay idea de lo que hoy veré.

Se, por ejemplo, que tienes un espíritu implacable y que eres capáz de cambiarle el rumbo a un planeta para lograr tus sueños. Sé también que te inunda una inmensa compasión humana que te engrandece. Sé que convidas de tu paz y tu alegría a quienes te rodean.

Sé también que fuiste inspiración, guía y compañera hasta la muerte. Se que ningún ejercicio musical funciona tan bien como lo hacía contigo, que ningún escenario ni ningun reflector es tan grande como cuando es compartido contigo.

Sé que eres mi referencia histórica personal preferida y recurrente. Sé que extraño esos días y que cada vez que sé de tus éxitos me lleno de la alegría más genuina y humana que he sentido.

Sé que muero por sentarme contigo a compartir tiempos, historias y pasajes. Sé que muero del terror de no encontrate o no encontrarme de nuevo contigo como antes.

Sé que hoy eres diferente. Que has crecido tanto como yo y que las cosas pueden ser muy distintas. Sé perfectamente que ese café puede quedar en la anécdota y no volver a suceder pero sé, por sobre todo, que voy a sonreír como pocas veces en mi vida. De hecho, ya lo estoy haciendo.

Sonrío.

11 julio, 2006

La consecuencia de tu sonrisa

Hoy, estoy consumiendome en el miedo. Me doy miedo. Me das miedo.

Alimento una ilusión que reconozco como tal y como una esperanza de realidad que me regocija.

Me has llevado de regreso a mi infancia; con mariposas en el estómago y todo. Te estás convirtiendo mi sueño, en mi deseo, en mi anhelo.

No atino a hacer otra cosa que cerrar los ojos y reconstruirte. Visito otra vez tus ojos, tu sonrisa encantadoramente infantil, tu expresiones de tristeza, de coraje, de alegría. Visito de nuevo tus abrazos; fuertes, cariñosos. Esos abrazos en los que quisiera sorprender con un beso y terminar con la incertidumbre.

Me gusta. Me gusta sentir todo ésto otra vez. Me gusta sentir que no sé a donde voy; me gusta emocionarme de pronto y dudar al minuto siguiente. Me gusta leer mensajes ocultos, interpretar tus palabras, tus gestos, tus ideas para terminar en que en realidad, poco es real y mucho es esperanza.

Me gusta conquistarte. Me gusta venderte mis cualidades y confesarte mis defectos en voz bajita. Me gusta retar a mi mente para atinar cual será el mejor detalle para ganarme otro pedacito minúsculo de tu corazón. Me gusta sucumbir a esa parte animal que hace que se me inflame el pecho y se eleve mi barbilla cuando camino junto a tí.

Me da miedo, me aterra el resultado en el que mi ilusión quede en la anécdota, en el que mi corazón se encoja de nuevo y, por sólo un momento, me arrebate el aire que tengo para respirar.

Me emociona como a un chiquito, en cambio, aquel en el que puedo tener el tiempo y el espacio para inventar un motivo diario para hacerte sonreír; en el que puedo cuidarte y hacer lo posible porque nada malo te pase, en el que puedo ser testigo de tu vida y en el que puedes atestiguar la mía.

No tengo idea, no me das idea. Pero mi día, está constantemente dedicado a una esperanza que lleva tu nombre y que sabe a tí.

Va una canción, va un sueño, va mi corazón empeñado en mi sola intención de ser el responsable de tus sonrisas.

Héctor Valladares

Este fué mi segundo ejercicio de ficción. Poco elegante, pero intentona vale. Buen recuerdo y va:

Doña Elsa no podía creer que no pudiera ubicar a este muchacho en algún árbol genealógico. Juan Carlos Valladares. Según él, hermosillense de siempre y de familia hermosillense. Pero, ¿Valladares? pensaba ella. No lo había escuchado en tantos y tantos años de servir menudo, cabeza, pollo, café, pozole y otros gustos puramente sonorenses a todas las familias verdaderamente hermosillenses en el Mercado Municipal No. 1.

Juan Carlos había llegado esa mañana después de una noche de parranda no planeada que lo orilló a mantenerse despierto el tiempo restante de la noche por miedo a no levantarse a tiempo el día siguiente para ir al trabajo. La idea de mantenerse tanto tiempo sin pegar pestaña le emocionaba más de lo que le cansaba. Antes de entrar al lugar intercambió 8 pesos por un periódico a un papelerito que al parecer hacía negocio redondo. Parecía requisito traer un periódico bajo el brazo para entrar al ancestral recinto. Inmediatamente notó y se fascinó en la multitud de sombreros y cabezas blancas que poblaban las barras de azulejo de los cuatro establecimientos. Hermosillenses de verdad tradicionales que no se habían ido tras el canto de las sirenas de los cafés sofisticados y modernos que se habían instalado por montones en la ciudad los últimos diez años. Ahí convivían a diario ricos y pobres pero todos hermosillenses. Eran ya cómplices y hasta familia.

Se sentó a un lado de un grupo de hombres de mediana edad y fué cuando inició la charla con Doña Elsa mientras devoraba un plato topado de caldo de cabeza y carne.

- A ver, a ver muchacho: ¿Quién es tu papá? -preguntó Doña Elsa convencida de que encontraría alguna relación de su familia.

- Héctor Valladares -contestó Juan Carlos casi retando a la señora que le daba casi ternura al verla en su aparente frustración.

- Valladareees, Valladareees... ¿Para donde viven ustedes?

- Villa de Seris

- Héctor Valladares... de Villa de Seris... -Doña Elsa se esforzaba en hacer memoria. Comenzaba a asustarse. Era la primera vez que no ubicaba a alguno de sus comensales. Juan Carlos, que ya encontraba aquello divertido, decidió ayudarle.

- Bueno, mi papá nunca vivió con nosotros. Yo nunca lo conocí.

Doña Elsa sintió como se le caía el semblante. Pensó que debía dejar de hacer eso; siempre terminaba siendo imprudente y metiéndose en lo que no le importaba. No soportaba la vergüenza.

- Ay hijo, ¡perdóname! Eso me pasa por metiche, ¿verdad? -Dijo para tratar de cortar la tensión.

- No se preocupe Doña Elsa -respondió Juan Carlos en un tono de compasión y sonriendo. - Nunca lo conocí y no crea que me preocupa mucho. Pero mire, le tengo una buena noticia: el apellido de mi mamá es Mendívil.

A Doña Elsa le brillaron los ojos y se reincorporó inmediatamente.

- ¡Mendívil! ¡De Villa de Seris! ¡Clarooo! Entonces tu tienes que ser algo de Doña Chayito Mendívil, ¿verdad?

- Es mi abuela -respondió Juan Carlos dándole por fin su triunfo a Doña Elsa.

La plática eventualmente pasó de los árboles genealógicos a trabajo, clima y cocina. Juan Carlos terminó su desayuno, fué agasajado con una taza de café recién colado, Doña Elsa regresó a sus obligaciones y finalmente abrió el periódico que había tenido a su lado en todo momento y se dispuso a leer, fascinado con el lugar, la gente, los personajes que atisbaba desde atrás de su barra. Le encantaba estar ahí sentado y percibir cómo el grupo de lado hablaba en voz baja, el taquero de enfrente afilaba los cuchillos, los viejos de la esquina reían de chistes malos que escucharon de sus nietos y uno que otro teporocho pedía a gritos un café para curarse la cruda.

Finalmente se concentró en el diario y se impresionó con la noticia de un hombre de 86 años que había muerto arrollado por un camión. Por alguna razón, siempre había sido muy sensible hacia ese tipo de sucesos. Cuando leía el reporte del Ministerio Público, su concentración fué interrumpida por una voz masculina que repetía su nombre: Juan Carlos.

Él volteó hacia un lado, de donde venía su nombre y vió a un hombre que -reconoció- había estado sentado antes en el otro extremo de la barra con el grupo que hablaba bajito.

- Buenos días -contestó extrañado por el súbito abordaje de este tipo de jeans y camisa a cuadros que le parecía hasta un poco desagradable.

- Perdón que te interrumpa, pero no pude evitar escuchar tu plática con Doña Elsa.

- Ajá -contestó Juan como esperando mas información

- Y... bueno, la verdad que está medio canijo explicarte esto, pero pos tengo que platicarte. -Decía eso mientras sus manos no encontraban acomodo. Ya en el bolsillo frontal del jeans que vestía y pronto en el bolsillo trasero; de pronto entrelazadas o en posición de descanso; pronto en la barra y pronto fuera de ella. -La cosa es que, pues...

Juan Carlos lo interrumpió molesto. Este tipo que ni conocía de pronto se acerca, sabe su nombre, había escuchado una conversación que no era para él y ahora quería platicarle quien sabe que cosa. No le gustaba y de hecho le molestaba y lo distraía de cosas importantes que pasaban en ese momento en el periódico y en otros lugares del Mercado. Le gustaba mucho observar personajes o inventarlos, pero la interacción le parecía innecesaria.

- Primero, ¿Qué le parece si me va diciendo su nombre aunque sea?

El tipo se quedó mudo. Volteó tímidamente a ver a sus compañeros de café, quienes observaban la acción inquietantemente atentos, y regresó su mirada a Juan Carlos que se mantenía en la interrogación más extraña que había experimentado en mucho tiempo.

- Sí, claro -contestó el hombre -Héctor Valladares, mucho gusto. -Extendió su mano y la ofreció a Juan Carlos quien tuvo que volver a escuchar ese nombre en su mente varias veces. Se le nubló la vista, su cara se quedó estática y no respondía a las órdenes de su cerebro de cerrar la boca. Sintió de pronto odio, rencor e ira. Quiso madrearse al tipejo ese que, con esos huevotes venía y le decía desenfadado que era su Papá. Después de 27 años.

El estado de enojo y parálisis facial duró apenas unos segundos aunque le parecieron horas. Después, prefirió el lado positivo del asunto y pensó entonces en el pretexto que iba a inventar en su oficina para no presentarse y dedicar la mañana a platicar con su Padre. Quería saber todo. ¿Porqué se fué?, ¿Donde vive?, ¿A que se dedica?, ¿De donde viene su sangre?, ¿Porqué se fué?, ¿Porqué se fué y lo dejó buscando figuras paternas en cualquier cosa?, ¿¡Porque se fué, chingados!?

Juan Carlos entonces sintió que su cuerpo por fin respondía y logró extender su mano para regresar el saludo a... si, a su papá. Estrechó la mano de Héctor Valladares y casi deja salir su emoción con un abrazo pero logró controlarse.

Una carcajada ahogada por unos labios apretados y una mano se dejó escuchar desde la barra. Juan Carlos pensó en las ganas que le daban de golpear a quien quiera que haya sido por la falta de conciencia.

Dos, tres, diez carcajadas mas se abrieron descaradas e inundaron el lugar. Juan Carlos ahora sí se estaba encabronando. No estaba en condiciones de tratar con gente como esa, con tan poca madre.

Héctor Valladares también reventó en risa. Tanto que tenía que encorvarse una y otra vez.

Juan Carlos no entendía nada, o se negaba a entender hasta que vió a su papá acercarse rápido, ríendo al grado de la asfixia y con una fuerte palmada en la espalda le confesó la verdad.

- ¡Es una broma muchacho!, ¡No se me asustee!, ¡Siempre le hacemos bromas a los chavalos! -El resto de los parroquianos se unieron al hilarante festejo en ese momento.

A donde volteaba, Juan sólo veía y escuchaba risa. Sintió inmediatamente el calor en la cara y todas sus inseguridades volvieron de la infancia y se apoderaron de él. Rapidamente sacó un billete de cien pesos de su bolsillo y lo aventó a la barra sin importarle que su consumo había sido apenas de 42.

- ¡Nombre!, ¡no te vayas que nosotros te invitamos el desayuno! -le dijo el autor de la broma jalándolo del brazo.

Juan estaba realmente encabronado y finalmente profundamente triste. Veía los sombreros agitándose de arriba a abajo por todo el lugar respondiendo al ritmo de la risa descarada de sus respectivos dueños.

Tomó su periódico, volteó a ver a "Héctor Valladares" y no atinó a hacer otra cosa que gritar desde la base de sus pulmones: -¡Vete a la chingada, hijo de tu puta madre!

Dió la media vuelta y salió rápido del lugar. Atrás quedaban las risas, que seguían festejando el cruel ingenio del bromista. Los pasos de Juan Carlos cada vez más firmes. Héctor Valladares, otra vez, cada vez más falso.

26 mayo, 2006

Honor

Si, estoy dispuesto a todo.

Estaré listo cuando tengas el fin más utilitario para mis palabras, mi presencia y mi confort.
Estaré listo cuando decidas que has visto mucho de mí y prefieres descansar un par de meses de mi compañía.
Estaré listo siempre que requieras compañía, alcahuete y saco para golpear.
Estaré listo cuando sólo quieras saber como la he pasado.
Lo estaré también cuando requieras un aventón, unos pesos o una sombrilla.
Estaré listo, juro que lo estaré, cuando sólo quieras pasar una tarde conmigo, compartiendo el humor más negro que nos ocurre en la cabeza.
Estaré listo para todo lo que pidas porque te he entregado mi amistad sin reservas, a costa de todo y a condición de nadie; de tu boca salió también la entrega, pero nunca estuve listo para ver tu espalda inmensa, asfixiante y dolorosa.

Supongo que no todo el mundo entiende la amistad en su sagrada dimensión. Supongo que de los dos, sólo yo la quise convertir en una de verdad. Supongo que nunca debí confiar en tí. Como siempre, asumí que en tu supuesta amistad podía depositar mi alma, mi corazón, mis arranques y mis tiempos de irresponsabilidad catártica.

Me demostraste lo contrario. Me demostraste que no concibes la amistad como un lugar de confesiones, de arranques y de llantos privados, que existen en la presencia de ambos y se desintegran con la partida de uno. Que no tienen uso, ni fin, ni repetición. Que no tienen destinatario ni aplicación.

Me dejaste con la guardia baja, boquiabierto. Esperaba golpes de todas partes, menos de tu flanco porque tenía la inocente certeza de que lo tenías cubierto como yo tenía el tuyo.

No pasa nada. Es una amistad de un sólo lado, lo entiendo. Estaré listo, no te quepa duda, cuando requieras una gran actuación. Estaré listo para guardar tus secretos y los sórdidos deseos que guardas tan celosamente. Estaré listo para que no me los cuentes por miedo a que tome venganza.

Estaré listo para no hacerlo. No lo quiero, ni lo pienso, porque sigo creyendo que aquello que de tí salga en nuestro tiempo, ha de honrarse en el silencio del que escucha.

Mi entrega sigue intacta.

18 mayo, 2006

Verdad.

Tengo un lado de la cara quemado por tu luz.
El otro castigado por tu olvido.
Finalmente pude tirarme en la arena después de intentar seguirte el paso.

Que corra la brisa y me alivie.
Que calme la arena su tempestad y me conforte.
Que caiga la noche y me arrope.
Que mi espíritu se pierda y mi mente descanse.

Que tus pasos sigan de largo.
Que me olvides, que me dejes justo donde estoy.
Yo encontraré el camino de regreso
o a otro lugar.

Que si decides regresar por mí
y animarme a seguir la carrera,
no encuentras más que la huella
de mi cuerpo que estuvo tendido en ése lugar.

Que tu nombre se desvanezca en el olvido,
que tu rostro se desfigure en el rencor de un momento.
Que no quede un recuerdo, una intención, un pensamiento.
Que no quede nada que me diga que mi cansancio fué por tí,
por alcanzar tu tiempo, tu amor y tu desprecio.

Intenciones.

Van intenciones en mi movimiento, en tu palabra y en mi gesto. Intenciones escondidas que no has de mostrar aunque se te quiebre el alma. Van las mías transparentes y cobardes a la vez.

Hoy, las mías son claras y contundentes. Intento vencerte y estoy por lograrlo. Intento sacarte por completo del vacío y quedarme con el vacío mismo, confortable. Intento recuperar mi vida y mi sosiego. Intento hoy, por fin, sacarte de mi vida.

Intenciones que encontraste, falsas y construidas por tu propia intención de no encontrar la verdad y justificarte en una mentira que puede pasar por verdad, me han llevado a intentar dejar de sufrir. Hoy, mi intención es olvidarte.

Es la intención mas dolorosa que he intentado nunca, pero la única a la que dejas lugar. Intento no hacerlo, intento no decirlo, pero es imposible navegar en aguas que intentan hundirme con intención o sin ella.

Va pues mi intención. Ésta si es verdadera, no la malentiendas, no la construyas, no la interpretes. Hoy, mi intención es dejar de quererte, dejar de soñarte, dejar de seguirte y adorarte. Hoy, mi intención es borrarte.

27 febrero, 2006

Como cada Lunes.

Como cada Lunes, hiciste crujir mi alma de dolor. Ya era como una costumbre.

Todas las parejas tienen rutinas. Algunas pasan el viernes por la noche disfrutando de los últimos estrenos de su videoclub mas cercano; otras prefieren cena en el mismo lugar y con la misma gente mientras otras tal vez optan por una reunión con los amigos hasta que el cuerpo aguante.

Así, tu y yo teníamos nuestra rutina. Cada Lunes, sin falta, habrías de darme las razones por las que no puedes estar conmigo. Cada Lunes, me dirías cuanto me quieres y lo compleja que resulta tu situación que impide que estemos juntos. Cada Lunes, harías crujir mi corazón hasta doblarme del dolor.

Hoy pues, como cada Lunes, no podía faltar nuestra tradición y así pasó. Había rezado todo el fin de semana porque no pasara, por quitarle esa rutina a lo nuestro, pero fueron oraciones muy ingenuas, muy poco eferctivas.

Hoy, otra vez, como cada Lunes, escribo a la nada esperando dejar en el teclado el vacío, el dolor, esto que me hace sentir que no pertenezco a ningún lado ni a nadie. Intento dejarte aquí letra por letra, teclazo a teclazo y resulta francamente imposible.

Hoy, como cada Lunes, regresaré a mi departamento vacío a llorarte y a reclamar al aire porqué no puedo estar contigo. Voy a repasar cada segundo que pasé contigo, cada sonrisa que me regalaste, cada caricia y cada conversación; cada sueño y cada esperanza. Voy a torturarme con tu recuerdo hasta caer rendido ante el cansancio y la zozobra; soñaré contigo y mañana me despertaré con un vacío aún mayor.

Sin embargo hoy, a diferencia de cada Lunes, entiendo algo que siempre supe y me negaba a aceptar. Me ha quedado claro que no importa cuanto haga, cuanto luche y cuanto sufra. No importa cuanto sueñe, cuanto anhele y cuanto espere. No importa cuanto te quiera, cuanto te consienta, cuanto te cuide y cuanto te prometa. No importa pues, finalmente tomarás la decisión que tienes de frente, en las manos y caliente, sin poder soltarla ni ignorarla. Tomarás siempre tu decisión.

No puedo. No puedo ver pasar los minutos sabiendo que es el inicio del tiempo sin tí. No puedo mover mi cuerpo sabiendo que no me va a llevar hacia tí. No puedo, no puedo, no puedo, no puedo!!! No puedo estar, mi niña, sin tí.

Hoy, como cada Lunes, hago una plegaria. Pero hoy es diferente. Mi corazón ya está entumido, mis lagrimas ya queman y mi mente me pregunta como pasar el tiempo que solía utilizar en enamorarse de tí. Hoy mi plegaria se ha convertido en la de todo el mundo. Ya no me queda creatividad. Mi única plegaria a Dios es que se haga su voluntad. Ahora sí, que sea la voluntad de alguien más y no la mía. Mi voluntad ya duele demasiado, mi voluntad se ha vuelto contra mí.

Que se haga su voluntad y no la mía. Que se haga finalmente tu voluntad, porque yo, ya no tengo.

Como cada Lunes, me duele. Es nuestra rutina. Lo que más duele es que tanto es el dolor que necesito un abrazo que me conforte, necesito alguien que me diga que todo va a estar bien, necesito alguien que me haga sentir cálido y protegido. Necesito un hombro, un par de brazos y un corazón extra. Como cada Lunes, la única en ésta maldita ciudad que tiene esa capacidad eres tú y tu eres lo que no tengo.

Como cada Lunes, te quiero más que nunca. Como cada Lunes, te extraño con el alma. Como cada Lunes, te he perdido.

Secretamente, cada Lunes, mi esperanza sigue en pié. El sueño de regalarte mi vida sigue vivo y el recuerdo que guardan mis manos de tu rostro es mi aliento.

Cada Lunes, pienso que mañana serña otro día. Es peor, será otro día sin tí y con demasiado de mi mismo.

20 febrero, 2006

Carta a un tipo afortunado.

Amigo, no te conozco pero no puedo dejar de hablarte. No puedo resistir este impulso que me hace envidiar hasta el último resabio de lo que eres y de tu existencia.

No lo sabes, pero ella te escogió a tí. Pudo haberme agraciado, pero tus manipulaciones y tus hábiles formas de dejarla sin opciones te dieron resultado.

Apenas ésta mañana me lo dijo. No puede, no quiere, le aterra terminar lo que queda entre ustedes y prefiere esperar a que el tiempo y las sobras acaben con todo. Es tu destino, si no haces nada por cambiarlo.

Hace apenas unos días ella era el reflejo de la felicidad. Estaba ilusionada, esperanzada, emocionada con la idea de construir una vida conmigo y, por fin, lejos de tí, de la fuente de toda su tristeza. Pero tenías que ejercer tu poder, tu juego sucio y amarrarla a tí.

No te conozco y sin embargo te detesto. Eres la fuente de toda mi tristeza, de todo mi enojo y mi rabia. Aún así, daría lo que fuera por lo menos por ser tú. Daría lo que fuera por tener lo que tienes y cuidarlo de verdad, no como tu.

Puta!, quisiera tenerte aquí y poder decirte esto frente a frente. Decirte lo afortunado que eres y lo desgraciado y miserable que me ha hecho sentir tu pretendida felicidad. Te envidio con todas mis fuerzas, te odio con toda mi alma. Tienes lo único que me puede hacer feliz y tienes a tu lado a quien no quiere estar contigo. Lo sabes y no te importa, la amarras, la presionas, la ahogas y la comprometes.

No todo es culpa tuya. Sus miedos no la dejan y eso te hace afortunado. Sólo eso.

No tienes idea de como la quiero. Más de lo que nunca he querido.

Si te has de quedar a su lado, déjame entonces brindarte algunos consejos. Te los comparto, porque quiero la felicidad de ella, no la tuya.

- Le fascinan los chocolates y las flores. Si te disciplinas, puedes enviarle estos tal vez cada quince días. La hacen sonreír como nunca la has visto. Inténtalo.

- Sorpréndela. Si vas de compras, acuérdate de ella. Cómprale cualquier cosa, cualquier detalle.

- Acariciala. Le encantan las caricias. Acariciala como si estuviera a punto de irse de tu lado, acaricia su cara, sus mejillas, sus ojos, sus- orejas. Pega tu frente a la de ella y vela a los ojos mientras lo haces. Después de las caricias, dile cuanto la quieres y dale el beso más tierno que le has dado nunca. Hazlo seguido, te lo va a agradecer con el doble.

- Escápate con ella. No le gustan los planes demasiado estructurados. Escápate con ella y dale todo lo que no le das en la cotidianeidad. Sé travieso, sorpréndela y hazla emocionarse como nunca.

- No seas ordinario. Nunca lo seas. Ella es una mujer maravillosa, fuera de serie y lo peor que pue tener a su lado es a alguien ordinario, común y corriente, sin iniciativas ni ideas.

- Finalmente, si realmente quieres su felicidad, déjala. Toma la decisión y comunícasela. Dile que no puedes estar con ella, que no eres el hombre que necesita. Dile cómo te has dado cuenta de lo triste que está cuando está contigo y que esa relación no tiene futuro. Va a sufrir, va a llorar, pero no flaquees, déjala ahí que pronto se le pasará. De verdad te lo digo, ella quiere estar en otro lado, con alguien más. Deja que persiga sus deseos. Así va a ser realmente feliz.

Insisto, no te conozco y tal vez soy un entrometido, pero a final de cuentas, tu sabes que su relación ya no funciona. Estás lastimando tu dignidad y tu valor como ser humano. Busca mejor a ese alguien que sí quiera estar contigo bajo tus condiciones y tus límites. Es tu decisión.

Al final de cuentas, esto es un ruego a tí. Tienes en tus manos mi corazón, mi alma y mi futuro. Te ruego que me dejes vivirlo, que me dejes amarlo. A tí te envidio y te ruego: Déjame darle lo que tu tanto repites no puedes darle. ¿No quieres tambien su felicidad?.

Reclamo al universo sin ella.

Que todo va a estar bien, dicen quienes futilmente intentan mejorar mi estado de ánimo.
Que finalmente todo se acomoda para nuestro propio beneficio y que algo aprenderé de éste sufrimiento.

¿No caen en la cuenta de lo absurdo de su dicho? ¿No logran leer en mis lágrimas mi urgencia por seguirla queriendo? ¿No se dan cuenta, chingados, que ella es todo y lo único que quiero? ¿No pueden simplemente darme un plan eficaz y puntual, paso por paso, para poder recuperarla?

Me trato de convencer a mí mismo de la voluntad divina, su conocimiento absoluto y su bondad infinita pero no puedo. No puedo abandonarme a cualquier voluntad que no incluya tenerla a ella de nuevo conmigo.

Necesito a quien mentarle la madre. Necesito un culpable de mi sufrimiento. Necesito un escape, una cuerdam una escalera. Algo que me saque de este pozo mohoso y húmedo de la decepción por la vida y sus puntadas. Es un grito de auxilio, es un grito de desesperación.

Esto es sólo el reflejo de mi alma destrozada y mi enojo contra el universo. Que chingue a su madre lo que sea, quien sea que cree que ésto es una experiencia de vida y que alguna lección aprenderá mi corazón.

No me interesan las lecciones, no me interesa aprender. Quiero abrazarla, besarla y llenarla de felicidad. Chingue a su madre el mundo, sólo con ella existe y sin ella, poco es.

13 febrero, 2006

Mi respuesta.

De verdad estoy encabronado, contrariado, enmuinado. En medio de la confusión emocional que domina mi mente y mi corazón desde hace días, un buen amigo envía un correo electrónico para invitarnos a un retiro espiritual. Eso no tiene nada de reprensible, al contrario, se agradece la intención de "encaminarnos" por la buena senda.

Lo que si me sacó de mis casillas fué el argumento del cierre de dicha comunicación electrónica que, palabras más palabras menos, se asombraba y se indignaba diciendo: Cómo es posible que haya quien haga filas de horas o días para conseguir un boleto de U2 y no seamos capaces de dedicarle a JESÚS un fin de semana al año?? A el que TODO nos da? y remata diciendo: JESUS te espera con los brazos abiertos... Cual va a ser tu respuesta?.

Así que he aquí mi respuesta al auditorio: Me parece ocioso, prolijo y sumamente incongruente asistir a un retiro espiritual para lograr un impulso de amor cristiano un par de días y después tirarlo a la basura ante la imposibilidad y el absurdo de ir por la vida gritando a judíos, mahometanos y cualquier humano que encontremos en la diversidad ¡Cristo te ama hermano! como si eso nos ganara el reino de los cielos.

No sólo creo, sino estoy seguro que el mejor retiro y la mejor prueba de amor a Dios que podemos rendirle es la de levantarnos cada maldito día temprano, ir a trabajar, dar el 110% en la chamba, respetar la dignidad de cada persona que nos topamos, ayudar al que no puede o al que puede poco, salir de la chamba con todos los pendientes del día satisfechos, amar, cuidar y respetar a cada persona que nos sotiene y nos sonríe y, finalmente dormir seguros de que hoy hicimos las cosas bien y por el bien de los demás.

Sin embargo en un retiro espiritual, que sólo sirve para el regocijo de quienes sólo encuentran en la predicación verborréica la tranquilidad de conciencia, me saca del mundo real por tres días. Tres días en los que pude haber sido mucho más útil a la sociedad y a Dios trabajando y haciendo ese esfuerzo extra por ser una persona de beneficios y no de perjuicios.

Perdón, pero me encuentro más productivo junto a los seres humanos sufriendo y ríendo con ellos que encerrado cantando y repitiendo oraciones hasta el hartazgo o dejando a unos cuantos destruir mi autoestima en minutos para luego venderme la única solución: el amor de Jesús. Como yo lo veo, én realidad la única forma de alejarnos del amor de Jesús es hacernos pensar que, no importan cuánto hagamos, no somo dignos de él (como lo hacen en ese tipo de eventos).

Y finalmente, sí, prefiero pasar horas haciendo fila para comprar mis boletos de U2. Eso me hace feliz, me divierte y me hace escaparme un poco de los insignificantes pero tediosos problemas cotidianos. Me da fuerza para seguir otro día actuando y no hablando.

07 febrero, 2006

Voluntades. Tristeza que da fuerza.

Había pensado en comenzar con una frase de duelo. Algo así como "tengo el alma resquebrajada" o algo tal vez menos dramático como "la tristeza se ha apoderado de mi razón". Había pensado ser triste, ser muy triste, pero no puedo.

Eso no significa que no sienta ésta presión en el pecho y ese vacío en el estómago que me provoca la sola idea de perderla. No significa tampoco que no se me encoja todo el interior cada vez que empiezo a maquinar como recuperarla. Significa, simplemente que no quiero dejarme seducir por la tentación de sentarme a contemplar mi tristeza.

El terrible sentimiento está más que presente, pero no lo voy a dejar vencerme. No quiero permitir que para evitar el sufrimiento, mis pies decidan dar la vuelta, salir corriendo y olvidarse de lo verdaderamente importante.

Ella me ha hecho saber, brevemente, lo que puede significar la felicidad. Me ha hecho sentir calor en el alma y confort en el corazón. Me ha hecho sentir esa compulsión, ese instinto de amar, cuidar, proteger siempre a un ser humano.

Ella me hizo también saber como se puede perder tanta felicidad en un instante tan breve.

Respeto es una palabra que me aterra. Respetar sus deseos de estar sola es tanto como tomar mi propio corazón entre mis manos y estrujarlo hasta que se detenga por completo. No puedo hacer tanto, no puedo hacer tan poco. La respeto a ella y sus deseos, pero también respeto su condición de ser humano amoroso y mi deseo honesto de hacerle feliz y despreocupada.

Insisto de nuevo: no voy a sentarme a contemplar mi tristeza. Voy a ponerme de pié, caminar justo al centro del sentimiento y voy a envolverme en él hasta que se convierta en mi impulso y mi capa. Voy a caminar junto a ella y hacia ella, voy a llorar y a sentir ese dolor tan intenso que da fuerza para seguir caminando.

Voy a volver a ocupar mi lugar junto a ella algún día y mucho más firme. Claro tengo su amor hacia mí y clarísimo mi doloroso amor hacia ella.

Hoy, es tristeza. En esa tristeza me trepo, veo hacia donde está ella y me impulso para llegar hasta ahí y abrazarla siempre. La quiero, la quiero como nunca lo había hecho y es verdad.

Hoy no repetiré a Dios "hágase tu voluntad". Hoy, sólo a ella le pido "que sea su voluntad y la mía la que nos den el sueño de construir a cuatro manos".

12 enero, 2006

Risa privada.

No queda opción. Tengo que seguir sonriendo ante la calamidad encarnada. Ni que hacerle. De plano hay quienes no tienen remedio. Nada vale la política, las formas o los consejos. De nada valen tampoco las cervezas, el desmadre o la cooperación plena. No tienen remedio.

Ante eso, lo mejor es sonreír, dejarles ocupar su lugar y seguir el camino con o sin ellos.

No es algo fácil de lograr. A veces los impulsos de mentarle la madre y sentarlo de un golpe son casi incontenibles. Después de explorar muchos métodos para mantener la calma, creo que lo mejor es la risa privada e individual. He aquí, un ejemplo:

Escenario: Fondita de comida mexicana, 11 personas.
Situación: Un absurdo brindis de año nuevo. No pedido, no deseado y, además, tardío.
Elemento calamitoso: Una actitud sonriente, de quien cree es agradable para el resto del mundo cuando nadie deja de fruncir el seño a sus espaldas y tras su presencia.

Dice: ¿Bueno, pues un brindis, no? ¡Feliz año a todos! -y dibuja su sonrisa enmarcada por las inevitables ojeras construidas en años y años de abuso de consumo etílico.

Pienso: ¡Güey, no le caes bien a nadie!, ¡Mejor cállate!

Dice: Que nos vaya bien a todos... y a unos mejor que a otros. -Se ríe, acaba de hacer gala de su vena de comediante.

Casi me carcajeo.

Pienso: Aaaay, que detalle del muchacho... que buen deseeeo... y hasta con un humoooor... uta !.... Yo te deseeeooo.... ah, sí! que te cargue la chingada!

Levanta su botella como esperando que alguien choque la suya con él... nadie. Mi risa es individual, privada y deliciosa.

Ahora sí, es bueno seguir sonríendo.