12 enero, 2006

Risa privada.

No queda opción. Tengo que seguir sonriendo ante la calamidad encarnada. Ni que hacerle. De plano hay quienes no tienen remedio. Nada vale la política, las formas o los consejos. De nada valen tampoco las cervezas, el desmadre o la cooperación plena. No tienen remedio.

Ante eso, lo mejor es sonreír, dejarles ocupar su lugar y seguir el camino con o sin ellos.

No es algo fácil de lograr. A veces los impulsos de mentarle la madre y sentarlo de un golpe son casi incontenibles. Después de explorar muchos métodos para mantener la calma, creo que lo mejor es la risa privada e individual. He aquí, un ejemplo:

Escenario: Fondita de comida mexicana, 11 personas.
Situación: Un absurdo brindis de año nuevo. No pedido, no deseado y, además, tardío.
Elemento calamitoso: Una actitud sonriente, de quien cree es agradable para el resto del mundo cuando nadie deja de fruncir el seño a sus espaldas y tras su presencia.

Dice: ¿Bueno, pues un brindis, no? ¡Feliz año a todos! -y dibuja su sonrisa enmarcada por las inevitables ojeras construidas en años y años de abuso de consumo etílico.

Pienso: ¡Güey, no le caes bien a nadie!, ¡Mejor cállate!

Dice: Que nos vaya bien a todos... y a unos mejor que a otros. -Se ríe, acaba de hacer gala de su vena de comediante.

Casi me carcajeo.

Pienso: Aaaay, que detalle del muchacho... que buen deseeeo... y hasta con un humoooor... uta !.... Yo te deseeeooo.... ah, sí! que te cargue la chingada!

Levanta su botella como esperando que alguien choque la suya con él... nadie. Mi risa es individual, privada y deliciosa.

Ahora sí, es bueno seguir sonríendo.