10 octubre, 2006

Entregas

Callado, serio y de rostro duro. Cualquiera puede pensar que pasa el día enojado y que hasta lo disfruta.

En realidad, es todo lo contrario. Está convencido de que las cosas sólo se pueden disfrutar cuando se les observa. El ruido de las palabras, para Juan Luis, es un estorbo y la forma más estúpida que tiene el ser humano para llevar a la catástrofe lo que cae en sus bocas.

Cansado, hace un par de semanas Juan Luis por fin pudo entrar a su departamento y respirar el aire de su espacio. Ese en el que la única voz que se escucha es la suya y en el que el único ruido es el de su teclado y le parece más bien agradable. Encuentra relajante el sonido de cada tecla siempre que tengan una secuencia rítmica. Así lo hace. Mientras escribe y echa a volar sus ideas, le gusta emular ritmos de canciones que le gustan o simplemente crear un patrón musical desde sus dedos.

Esa noche tuvo sus sobresaltos.

Su máquina contestadora ha estado inerte en la mesa de su sala desde hace casi más de un año. Había recibido hasta ese día 2 mensajes. Uno, para ofrecerle una inmensa línea de crédito y el segundo de se oficina el día que decidió no ir a trabajar sólo por el gusto de tomar un día para él, su silencio y sus ritmos mecánicos.

Al cerrar la puerta de su departamento, se acercó a tomar el teléfono para acercarlo a la computadora y vió la luz roja intermitente que le indicaba que no sólo tenía un mensaje, sino dos.

En cuanto terminó de escuchar ambos mensajes, su rostro duro de pronto se suavizó en la palidez de una noticia de esas que cambian la vida de cualquiera.

Se talló los ojos como esperando que todo fuera un sueño. Cuando se constató de que todo era bastante real, se puso de pié, tomo una maleta pequeña y empacó un par de cambios de ropa, su computadora portátil, una llave que parecía de un ropero viejo y que sacó de abajo de una torre de ropa doblada en un cajón; un documento que acompañaba a la llave, un cargador de teléfono celular y un par de zapatos.

En un pedazo de papel apuntó los números que recuperó del identificador de llamadas y en menos de diez minutos estaba de nuevo fuera del departamento.

No podía dejar de repasar palabra por palabra ambos mensajes. Sabía muy bien que su vida había tomado una vuelta que el no quería tomar.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

y queee??? piensas dejarme con la angustia de saber que le va a pasar al Juan Luis??????
ASi que sigue escribiendo pero como que ya!!!

btw, en donde esta tu buzon de quejas y sugerencias??? tengo un reclamo!