18 noviembre, 2005

Vuelo Seguro

He aquí mi primer escrito de ficción. El mismo del que toma su nombre éste blog. Creo que tiene sus deficiencias, pero espero sus comentarios.
I

Javier Guillén estaba finalmente viendo la luz al final del túnel. Esa noche, al saborear el último sorbo de cognac que quedaba en su copa, regresaban ecos del día en que levantó orgulloso su brazo derecho, inflamó su pecho y contestó fuerte "Sí, protesto". Era el nuevo Secretario de Seguridad Nacional. Pocos minutos después del protocolo, el Presidente lo invitaba a pasar a su privado y le decía convencido de lo necesario que era retomar el control del país en materia de Seguridad Pública. Las ejecuciones del narco afloraban todos los días en la frontera y en ciudades conflictivas.

"Estoy confiando totalmente en tí Javier, si la gente no ve una mejora sustanciosa y tangible en el tema de seguridad, nos van a perder la confianza y olvídate de que el partido repita el próximo año en las elecciones" decía el presidente Salazar mientras se sentaba en la enorme silla que habían mandado hacer especialmente para él porque la que estaba en el despacho cuando llegó a la residencia oficial no le quedaba muy bien. Siendo un hombre tan alto, necesitaba algo más a proporción.

"No te preocupes Arturo, vamos a sacar la chamba, vas a ver que la vamos a sacar. Además, nunca te he quedado mal, ¿verdad?" Contestó Javier con una sonrisa de oreja a oreja. "No, nunca, nunca y no vayas a empezar ahorita cabrón" terminó el mandatario y reventó en una carcajada.

Ese era un recuerdo preciado para el ahora Secretario. Debía dormir temprano, el día siguiente era un día importante. Quizá uno de los más importantes de su carrera. Iría a uno de los penales más peligrosos del país a terminar con la etapa final del programa de depuración del personal de los Centros de Readaptación Social. Concretamente en el CERESO federal San Luisito se habían fraguado, planeado y facilitado algunas de las ejecuciones más impactantes que se han registrado en la historia de México.

La tarea de correr a los facilitadores del mercado negro en los penales no le había sido fácil al Comandante Guillén. Había recibido innumerables amenazas de muerte; amenazas dirigidas a él, a su familia o a miembros de la organización. El hostigamiento había sido implacable aunque poco serio o creíble. De cualquier forma, tanto Javier como su familia contaban con protección las 24 horas del día. Además, los encargados de la Comunicación del Gobierno Federal habían visto en su trabajo un logro perfecto para gritar a los cuatro vientos, a través de los medios electrónicos, con la esperanza de aumentar la aceptación del presidente. Eso hacía a Javier Guillén un hombre todavía mas odiado por las bandas del crimen organizado internacional alojadas en el país.

Se talló los ojos, cerró la licorera que lo acompañaba y finalmente apagó las luces de su estudio. Se asomó por una de las ventanas que daban a la calle y se aseguró que los elementos de seguridad estuvieran en sus lugares. Caminó por el oscuro pasillo que lo condujo a su recámara para encontrar a su esposa en cama.

- ¿Es absolutamente necesario que vayas mañana, amor?

- ¡Claro! -Respondió entre sorprendido y emocionado-. Susy, en esta cosa de la función pública, realmente son pocas las veces en que uno logra hacer algo que realmente impacte y beneficie a la gente. ¡No puedo dejar pasar este evento!

- Pero el trabajo ya se hizo casi todo, ¿no? Es nada más un acto protocolario, simbólico ¿verdad? -preguntó Susy con un dejo de chantaje.

- Amor, es un acto protocolario en el que le vamos a decir a esos hijos de su … -Javier se contuvo, su mujer no aguantaba las malas palabras, que él tanto disfrutaba. -Les vamos a decir ¡ya estuvo!, ¡por lo menos no van a usar nuestros recursos para hacer sus porquerías por todo el país! Es muy importante que vaya, que me vean y que la prensa cubra el evento. Si no estoy, no sale en las noticias y entonces no sirve.

Javier se quedó pensativo, soñando con López Dóriga mañana en la noche anunciando El Secretario de Seguridad Pública, Javier Guillén anunció la depuración, la depuración total, y le repito TOTAL, de custodios y personal de seguridad en los penales, sí, en los penales de máxima seguridad de México. Salió de su sueño y volvió a ver a Susy que lo miraba fijamente con ojos de misericordia.

- Bueno, ¿y por qué la insistencia amor?

- Pueees... tenemos una invitación mañana a la cena de los Dusolier. Celebran el regreso de su hijo de Boston. Me hubiera gustado ir.

- Híjole Susy, la veo difícil. Además de lo de los CERESOS, vamos a aprovechar para tener algunas reuniones con los del Gobierno local del Estado de México y quien sabe a que hora regresemos. Además, ese Dusolier ya sabes que no me cae muy bien. Se cree cagado por los dioses. La última vez que estuvimos en su casa ya viste lo que pasó. Yo, no, gracias.

- Si, la última vez le tiraste el trago encima de la ropa sin darte cuenta y alegaste que había sido su culpa por caminar cerca de donde tú hablas.

- Por eso digo. Qué vergüenza.

II

Juan Arvizu no tenía vuelos programados para esa mañana. Como todo militar disciplinado, se había levantado a las 5 de la mañana para correr 7 kilómetros en la ciclopista cercana a su casa y ya estaba desayunando en medio de gritos de niños y la voz apacible de su esposa que intentaba poner calma en el espacio que por fin aprovechaba papá para descansar y convivir con la familia.
Poco duró el día franco. El teléfono sonó y llenó los oídos de Juan con la voz del General Feliciano quien le ordenaba reportarse al Helipuerto de la Secretaría de Seguridad Pública a las 10 horas para vuelo.

Las caras de decepción de sus hijos y esposa le partieron el alma. No había nada que hacer. Repartió besos y bendiciones a cada uno de sus niños, besó a su esposa y recibió ahora él la bendición de su flaquita. Tomó sus cosas y salió por la puerta de lámina que acababa de instalar unos días antes.

Las cosas en la base como viciosamente le llamaban al edificio que albergaba la Secretaría estaban como siempre. Juan subió por el elevador hasta el Helipuerto donde se encontró con el mecánico a cargo de la aeronave a su cargo. Hicieron juntos el chequeo de los sistemas de vuelo y navegación, firmaron los papeles de rutina y cada quien a lo suyo.

Juan era un orgulloso piloto de Helicópteros. El Bell 412 que tenía a su cargo era una maravilla. 10 tripulantes, velocidades de crucero superiores a otras naves de su tipo, maniobrabilidad casi ilimitada y sumamente precisa. Era un deleite trabajar en ese animalito.

- ¡Vámonos Juanito! -Javier Guillén, venía acompañado de otras ocho personas que aparentemente también viajarían. Detrás de ellos, el General Feliciano aceleraba el paso y caminaba rápido en dirección a Juanito.

Feliciano se acercó a Juan. Lo apartó del resto de la gente y le dijo en voz muy baja y seria -Arvizu, es muy importante que vuele rápido y preciso hoy. Olvídese de procedimientos. Quiero que lleguen lo más pronto posible.

- Si, señor. -Respondió Juan firme pero desconcertado. Esa era una orden que no había recibido antes y ciertamente poco común.

La verdad es que el General Feliciano tenía razones para estar preocupado. Desde que inició el programa de depuración en los CERESOS, 7 de los 8 funcionarios que abordarían ese helicóptero habían sido amenazados de muerte por diferentes medios y diferentes organizaciones. ¡Son mamadas! dijo Javier Guillén cuando le informaron de esas advertencias. Eso pasa cuando hacemos bien la chamba y estos jodidos sienten que les estamos pisando la cola y cerrándoles las puertas. ¡Pero no nos asustan hombre! Perro que ladra... se chinga! jajaja... Feliciano siempre pensó que su jefe no se tomaba las cosas en serio.

III

Juanito sudaba profusamente. Sudaba miedo, sudaba inseguridad y sudaba los besos de sus hijos. El fabuloso Bell 412 había fallado hoy. Por alguna razón que no alcanzaba a comprender, se había salido de control y hacía su mejor esfuerzo por ganar la batalla contra el armatoste.
Javier Guillén no podía creer lo que veía o, más bien, lo que no veía. La niebla había rodeado al Helicóptero en el que viajaban. Él confiaba mucho en Juanito, su piloto, que era uno de los mejores de México. Eso le habían dicho cuando se lo mandaron de la Fuerza Aérea.
No, ni madres nos caemos. Pinche Juanito nos va a sacar de ésta a huevo. Pensaba Guillén y trataba de convencerse de que todo iba a estar bien. ¡Puta! qué buena anécdota va a ser ésta pa platicar en casa de mi Mamá en Hidalgo el próximo fin de semana. Seguía machacando Javier en su cabeza. Puta ¿ y si de verdad valemos madre aquí? ¡Chingados! Hubiera ido a la pinche cena del mamón Dusolier ese. Comenzaba a preocuparse ahora sí. Puta, cómo da vueltas ésta madre. Ahora si se siente de la chingada.

- ¡¡¡Juanitooooo!!! ¡¡¡Sácanos de esta cabróóóón !!! ¡¡Por favor güey !! ¡¡¡te lo ruegooo !!! ¡Ya, chingados ! ¡¡¡ya sácanos de ésta !!!

El resto de los tripulantes habían desaparecido del interés de Guillén; y del de Juanito. De hecho cada quien solo pensaba en sí mismo y en su propia vida.

- ¡¡¡Juanitoooo!!! ¡¡¡Puta madre cabrón !!! ¡¡¡Esto se siente de la chingadaaa !!! ¡¡Ya para esta madre!! ¡¡¡Por favor guey !!! ¡¡¡Mis hijoooos !!!!

Ese último grito hizo a Juanito pensar en los suyos también. Cerró los ojos. Guillén calló.

IV

Luis Alfonso Dusolier mandaba silencio en la sala de su casa. Como siempre, todo mundo calló inmediatamente al escuchar el chisteo que aventó Don Luis Alfonso al aire.

En el televisor de plasma enorme, símbolo tecnológico de la opulencia Dusolier, el presidente Salazar aparecía consternado y visiblemente afectado.

Hoy, uno de mis mejores amigos y colaboradores perdió la vida. Es una pérdida irreparable para el país y para mi familia...

Dusolier, callado prendía un cigarrillo y se sentaba en la orilla del sofá con los brazos apoyados en sus piernas.

...He girado instrucciones para que la investigación de la muerte de Javier Guillén y los otros ocho pasajeros del Helicóptero de la Secretaría de Seguridad Pública se agote a satisfacción y hasta que aclaremos cada detalle y la circunstancia en que se dió este horrible accidente....

- ¿Como se murió, papá? -preguntó Luisito Dusolier que seguía sentado y con la boca abierta frente al televisor que se reflejaba en sus anteojos.

- ¡Cállate hijo!, estoy ocupado.

...Descanse en paz, Javier Guillén. -Concluyó el presidente con una lágrima que apenas se contenía en la pestaña inferior de su ojo.

Justo al finalizar el mensaje presidencial, el teléfono celular encriptado de Dusolier despertó el estado de asombró del magnate.

- Bueno

- ¿Luis?

- Si Marco, soy yo.

- ¿Viste el mensaje del presidente?

- Si cabrón, realmente está triste el güey, no ?

- Mañana se le quita, vas a ver, con ésto, cada pinche mexicano va a llorar con el pobrecito del presidente van a decir, es que ahora sí estában pisando colas y haciendo las cosas bieen. Así que, Luisitoo, ya no hay de que preocuparse. Con esto, las elecciones están aseguradas y el proyecto de las gaseras va para adelante otros seis añitos. Chingón, ¿no?

-Puees, sí cabrón, creo que sí - Contestó Absorto Dusolier a su "socio".

- Bueno Luisito, la señora ya me habla a cenar. Oye, ahí te encargo el depósito mañana a primera hora pa este cabrón. Acuérdate que si no queda tempranito, luego vamos a ser nosotros los llorados por el pinche Salazar... jajaja Pinche cabrón, ni idea tiene del favorzote que le acabamos de hacer, ¿no?

- No. No lo sabe.

- Hasta mañana, Luis.

- Hasta mañana, Marcos. Buenas noches.

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