28 octubre, 2005

Acaloramiento. (Refrito del 17 de Mayo)

El domingo pasado en Hermosillo, todo se puso caliente.

Empiezo con la maravillosa anécdota de nuestro gobernador sonorense quien, al verse en medio de un grupo de maestros disidentes quienes golpeaban su sutomóvil con todo el fin de hacer escándalo ante el y los medios de comunicación, decidió bajar el vidrio, aventarles una mirada asesina de esas que se avienta de abajo para arriba y muy machito, muy machito, decirles desde su ronco pecho: "Chinguen a su madre!". A quienes no viven en Sonora les pregunto: ¿A poco no les da envidia nuestro gober? Digo, hay que reconocerle lo dadivoso. Como dicen: El saludo, un vaso de agua y una mentada de madre, no se le niegan a nadie.

Pero al parecer esa mentada de madre trajo algo más a nuestra ciudad: el calor. El domingo a mediodía, salir de casa era ya un reto. Los termómetros hermosillenses ya empezaron a temblar alcanzando casi los cuarenta grados y de ahí sigue para arriba.

El resto del año, quienes aquí vivimos, a fuerza o por voluntad, insistimos en lo bello y tranquilo de nuestra ciudad, pero pensándolo bien ¿Que demonios tiene de bello vivir en este calor?. Digo, vivimos en el único estado que tiene que emprender una lucha social para poder encender el aire acondicionado.

El primer año que viví en Hermosillo, a modo de juego, aventamos -unos amigos y yo- un huevo a la banqueta. El resultado: huevo cocido. Ese mismo año, sufrí mi primer deshidratación sin ser un niño.

El segundo año de mi estancia en la antesala del infierno, tuve que tomar una decisión crucial: Manga larga o manga corta. Por mi tipo de piel, la manga corta representa brazos rojos y ardidos casi todo el verano, la manga larga me provee de sombra en los brazos pero a los 45 grados centígrados, la tela más ligera es incómoda. Decidí por la manga larga. Por cierto, segundo año, segunda deshidratación.

Para el tercer año, la deshidratación ya era esperada y no me tomó desprevenido. Poco duró la maldita. A partir de entonces, el consumo desmedido de líquidos al inicio del verano es mandato de ley para mí. Las visitas al baño son constantísimas, pero preferibles.

En fin. En esta ciudad, a las once de la mañana, el volante del carro ya quema, si dejas los lentes de sol en el carro por la noche, al día siguiente tendrás que enfriarlos en el aire acondicionado antes de ponértelos. Eso evita una marca permanente.

Lo mejor es cuando por la mañana el baño huele a vacaciones después de aplicarte el bloqueador solar en la cara, cuello y brazos. ¿Alguien ha usado bloquedaro solar como un producto de diario? Es horrible.

En fin, cuando sales a la calle y todo se ve tembloroso y humeante producto del calor, empiezas a pensar que tal vez nuestra ciudad no es tan bella ni tan tranquila. Vivimos defendiéndonos constantemente del infernal calor. Si te bañas con agua fría para apaciguarlo, terminas con un resfriado y si lo haces con agua caliente, la cosa resulta mucho peor.

En pocas palabras y parafraseando a nuestro presidente, los hermosillenses "aguantamos vara" y no nos queda de otra.

Ya llegó el calor este año y llegó para quedarse. Parece que el gober le dió el banderazo de salida con su brillante discurso del domingo. A partir de este momento, espero ansioso el mes de septiembre cuando las temperaturas empiezan a mejorar. Tendremos otro invierno y de nuevo pensaré feliz en lo tranquila y bella que es esta ciudad. Mientras tanto, a renegar se ha dicho.

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